miércoles

Duma, la amiga del zombie

Ese día en que Duma salió del colegio, se encontró a su tía esperándola para llevarla a casa. Le dedicó una de sus mejores caras de poker y se subió al ruidoso auto color verde aceituna, fingiendo que escuchaba a su tía mientras ésta gesticulaba y le contaba cómo había usado una de las uñas podridas de Ryu para hacer una poción que impedía la caída del cabello. Duma no dijo nada en todo el camino y se dedicó a mirar por la ventanilla. Al llegar a la casona donde vivía con Ryu, vio que éste estaba en el jardín delantero, y tenía una pala en las manos. Al principio pensó que su tía lo había mandado a hacer tontos trabajos otra vez, pero cuando notó de qué se trataba, se interpuso en su campo de visión, para que ésta no pudiera verlo. Bajó del anticuado auto y se despidió con un rápido y cortés “gracias”. Si tía arrancó y dio la vuelta en la esquina, dejando una estela de humo negro a su paso. El portón de rejas negras estaba abierto, así que lo atravesó y corrió escaleras arriba hasta la gran puerta de madera, abrazándose a sí misma debido al gélido viento invernal. Cuando entró y notó el cálido ambiente, Duma se sintió agradecida con Ryu. Él prefería el frío, claro, pero había encendido la chimenea desde la mañana temprano para ella. Se preparó un café y mientras esperaba a que se enfríe un poco, miró por la ventana hacia el patio delantero. Ryu estaba arrojando tierra sobre un profundo poso, y cuando la vio, la saludó alegremente con la mano, a lo que ella respondió moviendo levemente la cabeza y sonriendo, también muy levemente. Pasó más de media hora, y Duma ya se había terminado el café cuando Ryu entró con su paso desbaratado y se sentó en una de las sillas del comedor, aparentemente agotado. 
 -Ese cadáver que estabas plantando, ¿crees que florecerá para la primavera del año que viene?- le preguntó Duma al cabo de un rato, despreocupadamente. 
-Está bastante fresco, seguro comenzará a brotar este año, y el próximo florecerá- respondió Ryu, mientras le quitaba la tierra a su sombrero. Era anticuado, de color negro y copa alta; lo usaba todo el tiempo desde… bueno, desde que murió. 
 -Ya decía yo que le faltaba algo de color al jardín.

2 comentarios:

Unknown dijo...

jajaja es muy comica la historia, =) que imaginacion =)

Te invito a pasar por mi blog, espero que te guste =) Besos =)

http://matandolasnormas.blogspot.com/

unapareed dijo...

Que vuelco tan dramatico y a la vez fluido..

Un beso grande!