Greg era el típico solterón que nadie recomendaría a sus hijas. Un profesor de historia de lo más egocéntrico que acostumbraba a coleccionar la caligrafía de sus alumnos y montones de cabezas reducidas en el sótano de su casa. Sus vecinos estaban convencidos de que vivían al lado de un psicópata, pero a él no le importaba. Orgulloso de decir que había recorrido el mundo entero y que había visto una serie de cosas fantásticas, Greg vivía contento en compañía de sus cabezas reducidas, sus trozos escritos de papel y con su trabajo como profesor de historia. En la escuela donde dictaba las clases, se la pasaba contando a sus alumnos historias fantásticas y hazañas increíbles donde él era el protagonista. Porque obviamente, en una clase de historia no podían faltar eso, historias. Y a una persona como Greg, que se había recorrido todo el mundo -y a juzgar por los cuentos que contaba, también muchos más-, nunca, nunca se le acababan; y siempre tenía alguna que otra anécdota que acotar, donde de paso comentaba como si tal cosa, de quién era esa cabeza reducida así y asá que colgaba del respaldo de la silla en su sótano, junto con las demás.
3 comentarios:
Tengo un profesor de historia taaan parecido... Sólo cuenta sus hazañas ^^
Muaks
Qué gracia!Conozco a un hombre parecido a Greg! También ha recorrido el mundo y cuenta mil batallitas (más fantásticas que reales, probablemente) y se pasea con un cabeza reducida como collar xD aunque bien es cierto que tiene una colección entera de ellas...
Un abrazo! =)
A mi greg me parece muy adorable.
muuuua
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